lunes, 4 de enero de 2010

Uno... Dos... Tres...


Respirar hondo, recapacitar, no precipitarme, pensar las cosas detenidamente... Eso es lo que debo hacer si no quiero acabar cortando cabezas.

¿Realmente se puede llegar a ser tan hipócrita? ¿Tanta falsedad puede caber en una sola persona? Y para colmo, parece que es contagioso.

Borregos, esos son los contagiados. Gente que no se molesta en saber, solo escuchan a una única persona y se la trata como a Dios.

Por suerte, toda esa gente, todas esas sensaciones, abandonan mi espacio vital por sí solas. Al parecer repelo la gilipollez.

Si, como podéis ver, sé contar... al menos hasta tres.